“Pero, ¿toda esa gente sale a la vez?“, una crónica del descenso del Sella desde Arriondas

La vida cabe en una mañana de verano en Arriondas. Por eso miles de personas vienen hasta aquí cada primer sábado de agosto posterior al día 2, cuando se celebra el Descenso Internacional del Sella —la fiesta de las Piraguas en el habla popular—.
-¡Meca!, ¿y tanto uniforme?- se preguntaba una señora al pasar por la casa consistorial.
Son las ocho y media de la mañana. En la plaza del Ayuntamiento hay autoridades, militares, Guardia Civil y la Policía Nacional. Esperan al desayuno oficial.
-¡Un año más!- saluda un hombre.
-¡Un año menos!- le contesta su amigo.
El optimismo y el pesimismo se funden en un abrazo.
Llega Adrián Barbón, presidente del Principado de Asturias.
-¡Lo que adelgazó esti chaval…!- dice una mujer en lo que puede ser la primera vez en la historia que una asturiana en edad de ser abuela comentó de alguien todo lo que había adelgazado en lugar de destacar la ganancia de peso.
La mañana mezcla a los supervivientes de la noche anterior —la música cesó hace un par de horas— con los centenares de motos, coches y autobuses que acuden a Arriondas desde toda Asturias.
Dos chicas jóvenes gestionan los excesos, sentadas en una acera, con la cabeza hundida entre las rodillas.
-Mira, hace 20 años tú y yo éramos ellas-, dice una pareja de chicas que pasan y se paran:
-¿Estáis bien?, preguntan.
-Sí, sí, contestan.
-Bueno, pues tranquilas. Algún día madrugaréis para venir. Miradnos a nosotras.

La mañana avanza y los chalecos adornados con pines —de Cobi en una piragua, por ejemplo— y chapas, las monteras piconas, los collares de papel de inspiración hawaiana —tal vez en Hawái digan que son de inspiración asturiana— se van haciendo con las calles de Arriondas. Mucha familia perfectamente uniformada.
También van apareciendo los deportistas, los piragüistas. Importante no confundirlos con los “piragüeros”, término con el que se conoce a las personas de fuera de Asturias que vienen principalmente por la juerga nocturna.
En la confitería Campoamor, la carta escrita a mano explica la mañana:
“Cerveza 3 euros.
Regreso 3 euros.
Calimocho 4 euros.
Tinto verano 4 euros.
Cubata 6 euros.
Cafés 2 euros.
Cola Cao 2 euros.
Bollería 2 euros”.
Hay hasta tres líneas de gente frente a la barra. Lo primero en agotarse —temporalmente— ha sido el café, que se sirve en termos.
-Tía, no nos vemos desde el año pasado, en este mismo sitio- le dice una chica a otra- ¿Qué tal estás?
-¿De verdad nadie se va a comer la palmera?- pregunta un padre después de haber hecho media hora de cola para conseguirla.
En esa media hora, las dos amigas que se acaban de reencontrar se han puesto al día. Y se despiden.
Son las diez de la mañana. De nuevo en la calle, empieza el desfile.

Pasa la banda de gaitas Ciudad de Oviedo.
Pasa —disfrazada— una representación de la monarquía asturiana.
-Oye, hay algún guardia que está curioso, ¿eh?- le dice una señora a otra. Curioso, en Asturias, también significa estar de buen ver.
Un chico con un maillot rosa de la ONCE y una gorra de Fregaderos Teka cruza de acera a acera.
-Siempre nos ponemos por donde cruza la gente- dice un señor a su mujer.
Los altavoces situados en las calles de Arriondas van narrando el desfile. Un poco como en la serie aquella de Oliver y Benji, en la que las jugadas se contaban en directo.
-Vamos ya para el río, por favor-, implora una chica.
-¿Te quieres relajar un poco, por favor?, le contesta otra.
Pasa el dios Cronos.
Y un camión con música. Suena la canción de Sonia y Selena. Y cuando llega la parte de “…cuando llega el calor, los chicos se enamoran…”, todo el mundo se pone a cantar.
A las 11.15, las riberas del Sella están repletas de gente. Hay quien se baña. Y hay quien deja cajas de sidra enfriando en el agua.
-Este año hay más gente que nunca-, dice una mujer.
-Cada año dices que hay más gente que nunca-, le responde su acompañante.
-Es que cada año hay más gente que nunca-, sentencia ella.
Por megafonía suena la Marcha del dos de mayo, de Hevia. Y después, una retahíla de negocios locales que patrocinan el descenso, fiesta declarada de interés turístico internacional.

-¿Pero toda esa gente sale a la vez?, pregunta una chica primeriza.
(Toda esa gente son 1.304 deportistas de 25 países distribuidos en 901 embarcaciones).
-Sí, le contesta su pareja.
-¿Y cómo se arreglan?
-Ahora lo ves. Vas a flipar.
Pero antes de que esa chica lo vea y flipe —o no—, sucederá un hecho verdaderamente relevante. A las 11.41 se abrirá un ciclo de 19 minutos en el que los tres Asturias coincidirán en el espacio y en el tiempo. Las tres canciones que se han ganado el derecho a llevar un artículo delante del título o del nombre de su intérprete. El primer Asturias será el Asturias, de Víctor Manuel. El segundo, el Asturias de Melendi. Y el tercero, el Asturias Patria Querida, cuya última nota dará inicio a la carrera.
-Mira, mira, mira…- dice un chico señalando el vello erizado en su antebrazo.
Antes del himno, la campeona olímpica Theresa Zabell habrá leído el pregón, dando paso a la parte que recoge la esencia del Sella: los vivas a los países participantes. “¡Viva Ucrania!“, ”¡Viva Venezuela!“, o ”¡Viva Singapur!“. Los decibelios suben notablemente en el turno de España y de Asturias.
En apenas cuatro minutos, todas las piraguas se escapan del campo de visión de los miles de personas que se han acercado a ver la salida.
-Qué cosa las piraguas, ¿no?- lanza al aire filosóficamente una chica.
Hace ocho minutos que empezó la carrera. Dos piragüistas intentan arreglar su embarcación. Están desesperados. Hacen un apaño, se suben a la embarcación y avanzan con un remar casi melancólico.
A partir de ahora, la gente bromeará con las canoas recreativas que se echan al agua una vez finalizada la salida oficial. Bromear, aquí, es volcarlas, elevarlas al aire con sus integrantes dentro o subirles enormes piedras en la parte posterior. Todo con la sonrisa de los unos y los otros.

La música vuelve a las calles. Son canciones que llevan sonando aquí años y años: Nada de esto fue un error, de Coti; Princesas, de Pereza, o Madre Tierra (Oye), de Chayanne. Hay que ser muy clásico contemporáneo para sonar en Piraguas.
20 kilómetros río abajo, en la meta de Ribadesella, está a punto de resolverse el misterio que entraña toda competición: el resultado.
En Arriondas, la gente sigue el final de la carrera en una pantalla gigante. Y grita al ver entrar a los campeones de K2 masculino, los asturianos Walter Bouzán y Bertín Llera. Han pasado 1 hora, 10 minutos y 3 segundos desde la salida. Las gallegas Tania Fernández y Tania Álvarez ganarán en K2 femenino con un tiempo de 1 hora, 22 minutos y 59 segundos.
La fiesta se desparrama por las calles.
Dos chicas caminan por el puente desde el que se leyó el pregón y se dio la salida. Ahora está vacío. Igual que las riberas.
-Joé, quedan 365 días para las próximas piraguas-, dice una.
-Bueno, pero se pasa volando-, contesta la otra.
Se enhebran los brazos y se van al paso ligero de vuelta hacia la música. Directas al lugar donde se concentra ahora la vida en esta jornada de verano en Arriondas.
EL PAÍS